Me ha parecido interesante
continuar analizando el tema de la soledad relacionado con la vejez.
En los programas de los diferentes partidos, entiendo que no aparece analizado en profundidad y tampoco aparecen soluciones diferentes a las que se han propuesto hasta ahora.
La bibliografía disponible deja
en evidencia la complejidad del tema y al mismo tiempo su magnitud, que la ha
convertido en motivo de Políticas Públicas en algunos países europeos.
Para intentar hallar soluciones
adecuadas es necesario estudiarlo en función de lo que han hecho otros países al
respecto y me propongo compartir en este blog, mis hallazgos.
Por la extensión y cantidad de
documentos la idea es realizar publicaciones sucesivas.
De acuerdo con De Jong Gierveld,
Keating y Fast (2015), el sentimiento de soledad es una experiencia subjetiva y
negativa, resultado de una evaluación cognitiva en la que existen discrepancias
entre las relaciones sociales que desean las personas y las que poseen
realmente.
Para Perlman y Peplau, la soledad
es “una experiencia desagradable que ocurre cuando la red de relaciones
sociales de una persona es deficiente en algún sentido importante, sea
cuantitativa o cualitativamente”, Dicha definición, por otro lado,
incorpora elementos de la propuesta por De Jong Gierveld (1987), al concebir la
soledad como un sentimiento que llegan a sufrir las personas al percibir una
falta de relaciones sociales, insatisfactoria o inadmisible, bien porque su
número es inferior al que desean o bien porque no aportan la intimidad
esperada.
El sentimiento de soledad obedece
a una insatisfacción motivada por la falta de ciertas relaciones o la pérdida
de calidad en los contactos con otras personas; es decir, tiene que ver con la
manera en que los individuos perciben, experimentan y evalúan la falta de
comunicación interpersonal
El hecho de vivir en solitario no
conduce necesariamente al sentimiento de soledad, aunque en muchos casos supone
un factor desencadenante
Weiss (1973), distingue en sus
análisis dos dimensiones básicas del sentimiento de soledad, que pueden darse
en paralelo: la soledad emocional,
motivada por la ausencia de una figura íntima o confidente en la vida de las
personas, como la pareja o una estrecha amistad; y la soledad social, causada por la falta de una red amplia y
efectiva de familiares, amigos o vecinos, lo que conduce a una integración
social deficiente
Las personas mayores son
especialmente vulnerables: tienen más riesgo de sufrirlo porque están expuestas
a eventos críticos que generan cambios sustanciales en sus relaciones sociales
La relación entre el sentimiento
de soledad y el sexo de las personas mayores también ha sido objeto de
numerosas investigaciones. Los resultados son contradictorios lo que significa
que no hay una respuesta contundente dependiente de esta variable.
La literatura internacional sí muestra
un claro consenso vinculando el sentimiento de soledad con el estado civil de
las personas mayores. Una circunstancia clave es si tienen o no pareja, dado
que suele constituir su principal fuente de apoyo: quienes no la poseen, sean
varones o mujeres, son mucho más vulnerables al sentimiento de soledad que
quienes sí tienen pareja (Lykes y Kemmelmeier 2014; Pinquart 2003
Se ha recalcado el efecto
protector que tiene el matrimonio y en general las relaciones de pareja contra
el sentimiento de soledad, así como la especial propensión que tienen a
sufrirlo las personas viudas o divorciadas
Dykstra y de Jong Gierveld (2004)
sostienen que los varones tienen más riesgo que las mujeres de experimentar
tanto la soledad emocional como la social, estén o no casados.
Otro hecho bastante apuntado en
la literatura internacional es la desigual prevalencia que tiene el sentimiento
de soledad dependiendo de cuál sea la forma de convivencia de las personas
mayores.
Las que habitan en hogares unipersonales son quienes más lo sufren y
las que conviven con la pareja, en una situación familiar de nido vacío,
quienes menos.
El hecho de residir en hogares
que no son unipersonales es uno de los principales factores que protegen a las
personas mayores contra el sentimiento de soledad.
Los varones sufren el sentimiento
de soledad con especial intensidad. La razón expuesta es que encuentran más
dificultad para adaptarse, sobre todo si habitan en un hogar unipersonal. Se
les ve menos capacitados para mantenerse independientes y más vulnerables a la
soledad pues reciben menos apoyo emocional por cuestiones de género.
El apoyo emocional que
precisarían al ser algo inmaterial, ni los allegados lo perciben ni ellos
mismos lo demandan. Además, sus redes sociales poseen una acción limitada, así
que están más expuestos al aislamiento.
El desarrollo de políticas
públicas y programas de intervención social para mejorar la calidad de vida de
las personas mayores necesita disponer de conocimiento científico relevante
sobre los problemas más frecuentes a que se enfrentan: el sentimiento de
soledad es uno los principales, afectando sobre todo a personas viudas,
generalmente de edad avanzada, gran parte de las cuales viven solas.