miércoles, 16 de septiembre de 2015

Alternativas que atienden necesidades de los adultos mayores

Los abuelos se van de safari

http://www.elobservador.com.uy/los-abuelos-se-van-safari-n677630

El diario El observador publica hoy una nota en la que se describen algunas alternativas para atender las necesidades de los adultos mayores.

Por el nivel de los costos señalados en la nota, es claro que se trata de opciones de media alta o alta gama, como se estila ahora para señalar aquellos artículos que la enorme mayoría de la población no pueden acceder a ellos.

De todas formas, como lo señala la nota, existe un cambio en la actitud de los integrantes de este grupo etario, en relación a sus necesidades, demandas y exigencias. Han dejado de ser los "pasivos", como tradicionalmente se les conocía, para pasar a ser un grupo demandante que puede desarrollar elevados niveles de exigencias.

Eso implica un cambio trascendental en los formuladores de políticas públicas para la tercera edad, que deben tener en cuenta el cambio actitudinal, pero además los diferentes estratos sociales a los que se dirigen esas políticas.

Hemos visto cómo en el interior, especialistas médicos junto a actores empresariales dedicados a la atención residencial de los ancianos, han generado diversas actividades dirigidas a atender estas necesidades.

Me refiero concretamente a las experiencias que desde la capital duraznense se han organizado con mucho éxito.

Es un tema que deberemos seguir profundizando, analizando soluciones de viviendas o alojamientos, excursiones, actividades sociales, etc. que sean accesibles a un mayor número de personas.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay IV

Informe UCUDAL 

Continuo publicando partes del informe de UCUDAL que me parecen interesantes para entender mejor de qué estamos hablando y sobre qué bases debemos plantear las oportunidades de mejora, que posibiliten una 3ª  edad isfrutable.

Empleo y actividad en los adultos mayores (I)

Otro ámbito clave de transformaciones profundas en el tránsito hacia la vejez es el empleo. El pasaje desde el empleo hacia la jubilación es, quizá, una de las transiciones más importantes que ocurren con el inicio de la vejez.

Trayectorias más o menos exitosas determinan, en buena medida, algunos de los riesgos y vulnerabilidades más importantes que enfrentan los adultos mayores, que condicionan el acceso al bienestar en la etapa de retiro.

La salida del mercado de trabajo
El involucramiento en el mercado de trabajo comienza a descender a partir de los 50 años, pero tiene su caída más brusca entre los 60 y los 70 años.

De la misma manera, el cierre de la brecha entre la curva de activos y la de empleados muestra que a medida que avanza la edad el desempleo pierde peso y que quienes permanecen activos lo hacen porque están ocupados.

Este proceso hacia la inactividad marca, probablemente, uno de los cambios de mayor impacto en términos sociológicos asociados a la vejez y constituye un rasgo que diferencia a Uruguay de la mayoría de los países de la región.

De hecho, en la comparación regional, los niveles de actividad entre la población adulta mayor son sensiblemente menores para el caso uruguayo, lo que se debe en parte a la extensión de la cobertura del sistema de jubilaciones y pensiones que desestimula el mantenimiento de la actividad laboral en las últimas etapas del ciclo vital.

Mientras que casi tres de cada cuatro mujeres (75%) ya eran inactivas a los 60 años, casi el 80% de los varones se encontraba todavía activo a esa misma edad.

La evidencia conocida indica que tales diferencias obedecen a dos situaciones complementarias: por un lado, la menor actividad de las uruguayas en las edades anteriores; por otro, un retiro en promedio más temprano en el caso de aquellas que sí fueron activas la mayor parte de su vida adulta.

Este comportamiento diferencial de hombres y mujeres no es homogéneo.

La información disponible revela que la mayor permanencia de los hombres en el mercado laboral no está relacionada con el nivel educativo, es decir, los hombres más y menos educados muestran una pauta muy similar de abandono de la actividad. Sin embargo, en las mujeres el panorama es bastante diferente

Las mujeres de mayor nivel educativo tienden a postergar más su salida del mercado laboral, mientras que las de nivel educativo más bajo comienzan a abandonarlo antes (entre las primeras, a los sesenta años casi seis de cada diez son activas, y entre las segundas esta proporción desciende a un poco más de cuatro de cada diez).

Permanecer activos:
¿por qué y cómo?

A pesar de que los niveles de actividad en las mujeres se ubican notoriamente por debajo de los de los hombres, el aumento que han experimentado en las últimas décadas las tasas de actividad de los adultos mayores se explica, en buena medida, por una tendencia a un mayor involucramiento de las mujeres en el mercado laboral (Damonte, 2000).

Por esta razón, dado que la mayor permanencia femenina en el mercado laboral está vinculada con mayores niveles educativos, es posible que la tendencia histórica responda a la existencia de mujeres más educadas que desean seguir vinculadas al mercado de trabajo para no estar inactivas.

Sin embargo, algunos estudios revelan que, en realidad, la permanencia en el mercado de trabajo parece estar más estrechamente vinculada con la obtención de ingresos (Damonte, 2000: 130).

En efecto, un estudio realizado en el año 2000 revela que prácticamente ocho de cada diez adultos mayores que trabajan lo hacen para cubrir o reforzar el presupuesto del hogar.

Es notoria la disminución de la proporción de los asalariados en la vejez y más evidente aún el aumento del porcentaje de trabajadores por cuenta propia, especialmente de aquellos que cuentan con local.

Este hallazgo, sin embargo, no debe olvidar que lo que en realidad ocurre no es un aumento o surgimiento marcado de trabajadores por cuenta propia después de los 65 años, sino que más bien tiene lugar una disminución menos marcada de los ocupados en estas categorías (en contraste con lo que ocurre entre los asalariados, especialmente los privados

En cualquier caso, el fenómeno puede ser el reflejo del desarrollo de estrategias y arreglos laborales asociados a la vejez, vinculados con iniciativas pequeñas y medianas, que pueden constituir una fuente de ingresos más certera y de más largo plazo que los empleos asalariados.

El hallazgo es consistente, además, con una menor necesidad de trasladarse para ir a trabajar en estos grupos etarios (Arim y Salas, 2006: 16) y con un aumento sostenido, a medida que avanza la edad, de cuentapropistas con local o inversión que realizan su trabajo en la propia vivienda.

Es importante señalar que el abandono del trabajo asalariado y el tránsito hacia el trabajo por cuenta propia parece darse más tempranamente entre los hombres que entre las mujeres, quienes en particular permanecen por más tiempo como asalariadas en el sector privado.

Adicionalmente, el trabajo por cuenta propia con local tiende a ser más frecuente en el interior que en Montevideo.

La proporción de ocupados que no aportan a la seguridad social casi se duplica entre los 61/65 años y los 71/75 años.

Adicionalmente, afecta en mayor medida a mujeres que a hombres.

La explicación del porqué de los niveles de informalidad tan altos en este grupo poblacional tiene varios componentes.

Por un lado, el recibir una jubilación o pensión impide continuar trabajando legalmente en el mismo rubro, por lo que de continuar trabajando el individuo debe hacerlo en una rama de la actividad  diferente a aquella en la que tenía la acumulación de experiencia laboral.
Esto incrementaría las posibilidades de inserción informal a la hora de decidir continuar trabajando. En segundo lugar, los umbrales de calificación con que cuentan estos individuos son menores a los de la población activa promedio, a raíz del propio proceso de incremento de las credenciales  educativas en el mercado.

viernes, 4 de septiembre de 2015

El Sistema Nacional de Cuidados


Publicada en el Semanario Búsqueda, en la sección Cartas a a Dirección del jueves 3 de los corrientes.

Días pasados escuchaba al Director del Programa de cuidados y sus explicaciones me generaron algunas reflexiones.

En primer lugar me parece llamativo que el programa ya tenga director, sin haber sido aún aprobado. Deben haber juntado unas cuantas actividades, que son responsabilidad del MIDES, referidas a esta área de las políticas sociales y crearon una dirección. Ésto no es de extrañar.

Debo confesar que la idea parece interesante. Nadie puede discutir la necesidad de apoyar a quienes hoy tienen la responsabilidad de cuidar a menores o ancianos, para que puedan ingresar al mercado laboral, generar ingresos genuinos y como se dijo, aportar al sistema  previsional, para que la carga de este sistema no sea tan gravosa para la sociedad.
La idea tiene además un interesante enfoque de género, dado que la inmensa mayoría de quienes se beneficiarían de este sistema, serían mujeres.

Me pareció entender que está previsto cubrir 4 horas por día. ¿Será que hay mucha demanda de trabajos part time? Me temo que no y que el supuesto objetivo que se le vende a la población, no se cumpla y termine siendo otra forma más de dar dinero sin resolver el problema de fondo. Las beneficiarias de este servicio deberían hacerse cargo de la contratación de por lo menos 4 a 6 horas más de cuidados, para poder acceder a un cargo de 6 o de 8 horas. ¿Podrán hacerlo?

En segundo término me sorprende que el progresismo en el gobierno, esté pensando en un sistema privatizado, en el que las prestadoras serán empresas privadas, ya existentes o a crearse, bajo la forma que se quiera, pero privadas al fin. Simplemente por la disociación entre el discurso y la realidad.

En tercer lugar me preocupa que se diga que capacitarán a quienes postulen para atender esa demanda de servicios, cuando uno ve la enorme cantidad de situaciones que se vinculan con malos tratos, abusos y todo tipo de violencia que se ejerce sobre niños y ancianos (los más vulnerables), cuando el ámbito de ese servicio sea en el interior de una propiedad.
Si vemos gente que se dedica a robar ancianos en la calle y copar sus viviendas.
Si cualquiera que tenga responsabilidad o relación con ancianos dependientes y no tan dependientes, sabe que es frecuente el robo por parte de personas que son contratadas para su cuidado o que una vez generado el vínculo son frecuentes los actos de violencia física o sicológica.
Si cada vez más los padres que pueden, instalan cámaras para controlar a quienes contratan para el cuidado de sus hijos pequeños.
Si los servicios que atienden a los niños de 4 y 5 años cubren apenas 4 horas.
La experiencia ha señalado las ventajas de un Plan como el CAIF, porque permite reducir los riesgos y da contención y seguridad a los niños y a las familias.

¿Por qué debemos pensar que se pueden instrumentar soluciones de este tipo en estas condiciones?

Por otra parte me llama poderosamente la atención que nos embarquemos en una propuesta de esta naturaleza cuando aún no se le ha podido poner el cascabel al gato, de la asistencia de los ancianos en residencias y casas particulares, muchas veces clandestinas, donde la calidad de la asistencia brilla por su ausencia.

También me llama la atención una noticia de prensa que señala el acuerdo de la oposición a esta iniciativa. ¿Será que no han tenido en cuenta estas consideraciones?

Una vez más el FA propone titulares, como el Sistema Nacional Integrado de Salud, que no es más que un gran titular y que sus propios seguidores sostienen que la calidad de la asistencia deja mucho que desear o como el Plan Ceibal que entregó computadoras, generando si una enorme inclusión en esta herramienta de la comunicación, pero sin una reforma en serio del sistema educativo que permita aprovecharlo integralmente y asegure la inclusión de niños y adolescentes en el sistema educativo.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay (III)

Este cambio, de tendencia progresiva hacia el envejecimiento, no hace más que plantear desafíos e interrogantes a la provisión de cuidado entre generaciones.

Inevitablemente, además, confronta a las políticas y los sistemas de apoyo al cuidado que, están, como en muchos otros países, lejos de cubrir los vacíos que las nuevas realidades familiares están imponiendo (UN-DESA, 2005).

A ésto se suma el hecho de que es justamente a partir de esta generación que las mujeres comienzan a ingresar en forma más contundente al mercado laboral, lo que limita que las hijas adultas, tradicionalmente encargadas del cuidado de los adultos mayores (Batthyány, 2009), puedan hacerse cargo de esta tarea.

Las transformaciones planteadas en las configuraciones familiares que se asocian al tránsito hacia y por la vejez ofrecen una de las tantas puertas de entrada a una problemática cada vez más relevante para pensar la protección social para los adultos mayores.

Asociado a lo anterior, es importante recordar que las transformaciones familiares y configuraciones que de ellas resultan tienen rutas y significados distintos para hombres y mujeres adultos mayores.

Estas últimas se enfrentan con mucho mayor frecuencia a la realidad de vivir solas y si bien, muchas veces ésto es producto de una opción individual que refleja la búsqueda de mayor autonomía, muchas otras es la cara visible de la soledad, la escasez de vínculos, la dificultad de integración.

La evidencia presentada también indica que la familia es, en efecto, una dimensión de ajuste y reajuste frente a fenómenos como la viudez o el “vaciamiento” del hogar.

Los arreglos familiares y tipos de hogar donde viven los adultos mayores dependen también, al menos en alguna medida, de los niveles de ingreso.

En definitiva, parece claro que el estudio de las transformaciones en el ámbito de la familia y de las implicancias que ellas tienen para el bienestar de los adultos mayores requiere de un análisis más profundo y sistemático.