viernes, 13 de noviembre de 2015

Opciones de alojamiento para personas de la tercera edad

Opciones de alojamiento para personas de la tercera edad

Esta publicación española nos aporta información sobre alternativas de alojamiento en desarrollo en España, que imagino se deberían tener en cuenta en nuestro país.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Un tercio de las residencias o casas de salud deberían cerrarse.


Según Bango, el Director del Sistema Nacional de Cuidados, del MIDES, un tercio de las residencias o casas de salud deberían cerrarse.

Una afirmación de esta magnitud, expresada por un jerarca de esta administración, poco proclive a aceptar la realidad cuando ésta no les favorece, genera una gran preocupación.
Máxime cuando seguramente existe un importante sub registro, fundamentalmente en el interior y en zonas periféricas de la capital, y donde la existencia de ofertas de alojamiento y cuidado surge con cierta frecuencia de personas que necesitan aumentar sus recursos y lo que ofrecen son áreas de sus domicilios que no deberían ser usados para ese fin.

Alguien decía que no toda la responsabilidad está en manos del estado, ya que deberían ser los familiares de esos ancianos los que deberían preocuparse por analizar cuidadosamente esas ofertas pensando si ellos mismos aceptarían vivir en esas condiciones.

También se dice que esta situación de mala calidad de los servicios, no se da exclusivamente en las residencias cuyo costo es bajo. También se pueden comprobar en residencias más costosas, donde el control de la calidad del servicio no es ejercido por quienes deberían hacerlo.

El abandono del anciano por parte de sus familiares es sin lugar a dudas la base sobre la que se desarrollan muchas de estas irregularidades.

Mientras tanto, esta fuerza política tan proclive a los grandes titulares, lanzó la propuesta del Sistema Nacional de Cuidados, entre cuyos objetivos está el cuidado de los ancianos. Por tratarse de lo que se trata es casi imposible que haya oposición a la idea.

Días pasados el Senador Cardoso señalaba que es una propuesta cuyo costo es absolutamente impredecible, por cuanto son casi infinitas las demandas posibles.
Frente a ello se me ocurre que deberían establecerse prioridades y entre ellas deberían solucionarse las deficiencias e irregularidades que hoy existen.

No podemos ampliar las áreas de atención sin antes regularizar, pautar condiciones básicas de los servicios, controlar y evaluar el cumplimiento de las mismas.

Antes de capacitar recursos humanos para cuidar ancianos en sus domicilios deberían capacitarse y controlarse los recursos humanos que trabajen en las residencias, subsidiando si fuera necesario  su costo.

Por último, antes de invertir en atender ancianos y niños en sus domicilios, por personas ajenas a la familia y en condiciones de extrema vulnerabilidad para los beneficiarios, se deberían crear servicios como los CAIF y clubes para la 3ª edad, barriales, aprovechando edificios estatales subutilizados, o estructuras sociales administradas por organizaciones no gubernamentales, como forma de apoyar a quienes necesitan apoyo en la difícil tarea  de cuidarlos.

lunes, 26 de octubre de 2015

Necesidades de vivienda en la 3ª y 4ª edad. II


En la publicación anterior me referí a las soluciones asilares para aquellas personas que no tienen otra alternativa, para atender sus necesidades de vivienda y que requieren cuidados progresivos.

Hoy les traigo una publicación de la Red de Residenciales que nos aporta su visión sobre esta categoría de soluciones. El link es el siguiente: https://www.facebook.com/Red-de-Residenciales-234132499957609/

En los últimos años se ha producido una transformación muy interesante en los alojamientos para la tercera edad, tradicionalmente llamados residenciales de ancianos.
Desde hace muchos años este sector se ha desempeñado con una infraestructura que no era la mejor dado que se utilizaban casas de familia con pocos dormitorios y menos baños, así como las deficiencias propias de una construcción no adaptada a la función de alojamiento.
Esto sumado a que las personas que brindaban el servicio eran personas que en la gran mayoría de los casos no tenían formación ni experiencia en esa área y que lo único que las animaba a realizarlo era el amor al prójimo, hacía que además de la infraestructura, los servicios no fueran los mejores.
En comparación con los servicios brindados a la tercera edad en otros países, Uruguay venía muy rezagado hasta hace un par de años, donde el abanico de servicios ha ido subiendo de nivel tanto en la mejor oferta de infraestructura como en los servicios que se brindan.
Aunque aún no se ha llegado a los niveles internacionales como se brindan en España, Europa y otros países desarrollados, se está viendo una tendencia muy interesante en cuanto al mejoramiento de infraestructura y servicios, especialmente en Montevideo y alguna ciudad del interior de nuestro país.
Sin datos estadísticos, pero con conocimiento de causa por la actividad que desarrollamos, nos animamos a decir que entre el 20% o 30% de las residencias actuales brindan habitaciones con baño privado, Aire acondicionado, Tv cable, y todos los servicios que podemos encontrar en un hotel de tres estrellas, sumado a los servicios de atención médica y de suministro de medicación, así como talleres de actividades diversas como, musicoterapia, talleres de estimulación cognitiva, gimnasia, etc.
Esperamos que este mejoramiento continúe y podamos ver infraestructuras y servicios que en nada tengamos que envidiar a los países desarrollados e inclusive podamos ser ejemplo en nuestra región.

Entiendo que estamos en un buen camino, pero éste es largo y queda mucho por registrar, controlar y dar seguimiento.
De todas formas se trata de servicios que atienden demandas del mercado, dirigidas a un nivel socio económico medio y medio alto y éste tiene formas de controlarlo. 
Los organismos responsables deberían ofrecer garantías que las prestaciones técnicas requeridas se cumplen a cabalidad.


sábado, 17 de octubre de 2015

Necesidades de vivienda en la 3ª y 4ª edad.

En entregas anteriores me ocupé del tema de la sexualidad en la 3ª edad.

En esta oportunidad y a punto de partida de la crónica policial salteña, relacionada con las condiciones en las que debió vivir y morir una persona alojada en una “residencia” de esa ciudad, he resuelto encarar el tema de las opciones residenciales que existen acá y en otras partes del mundo para satisfacer esa necesidad de quienes integramos este grupo etario.

Parece claro que el tema es muy vasto por la multiplicidad de situaciones que pueden presentarse.

Creo que la primera gran diferenciación es entre la 3ª y la 4ª edad. Las condiciones físicas y sobre todo mentales pueden ser muy distintas y con ello la vulnerabilidad se va incrementando a medida que se avanza con la edad.

Otra variable que tiene gran incidencia en las necesidades y sus respectivas soluciones, es la situación económica y el nivel de ingresos que se tenga.

Tampoco se deben olvidar los aspectos culturales y sobre todo familiares, que frecuentemente cobran gran relevancia.

Para aquellas personas pobres o indigentes, que no cuenten con una familia que los contenga, la solución pasa por asilos u hogares de ancianos (como se les llama habitualmente en el interior y que muchas veces ocupan plantas físicas que fueron de la Comisión Honoraria para la Lucha Antituberculosa) que  deberían, a mi juicio, ser controlados y supervisados adecuadamente para que se respeten los derechos de sus usuarios a ser bien atendidos y cuidados. Para ello se debe dotar, a las instituciones responsables del contralor, de los RRHH necesarios para que puedan cumplir adecuadamente con la función.

Las instituciones rectoras, a su vez, deberían definir con claridad los estándares de calidad en materia de atención de la salud, higiene, alimentación, calefacción y refrigeración, etc. para que las reglas sean bien claras y los usuarios y sus familiares sepan qué pueden exigir y lo exijan.

Estos servicios ¿deben ser públicos o privados o deben ser gestionados por ONGs? Confieso que tengo grandes dudas al respecto.
Por lo pronto descarto los servicios públicos controlados por otros organismos también estatales. 
Sería bueno definir un sistema que ofrezca garantías de que el usuario de esos servicios está bien protegido y respaldado en sus derechos.

Quizás habría que pensar en soluciones departamentales con contralor nacional.

O como me aporta un querido colega y amigo: “es posible unir esfuerzos. Por ejemplo, infraestructura y gestión, en el marco de una regulación y fiscalización adecuadas”. Mi amigo continua diciendo: “Como médico he tenido que asistir pacientes en muchos de estos servicios, algunos buenos, pero la mayoría con carencias importantes. Carencias de las que no están libres algunos servicios estatales. Quisiera dejar constancia que en los que las personas estaban en buenas o muy buenas condiciones, era en los Hogares dirigidos por comunidades religiosas o sociales, donde ni el lucro ni la burocracia eran lo importante. Si lo eran el bienestar de los internos. En general se “respiraba” cariño y respeto por las personas”.

De todas formas, lo importante es que quienes ejerzan el contralor tenga una actitud responsable y comprometida con la defensa de los usuarios, similar a los inspectores de la DGI, asumiendo que quienes no actúen correctamente están defraudando al país y a sus pobladores y merecen severos castigos. 
Para ello se deben definir criterios de reclutamiento y selección adecuados, formas de contratación que impliquen la pérdida del trabajo si no se cumple adecuadamente con la función y programas de capacitación y evaluación que garanticen que las personas contratadas para esa función la cumplan con la calidad requerida.  

Con referencia a estos servicios asilares deberíamos preguntarnos si los disponibles son suficientes, si se debería construir nuevos asilos u hogares, para ampliar la capacidad de cobertura y atención para tantas personas que hoy viven en situación de calle, o deberíamos pensar en complementar la oferta existente con servicios residenciales que incluyan los actualmente servicios clandestinos, regulando, controlando y complementando su financiación con aportes estatales vinculados a la seguridad social.

Con todo respeto por quienes han trabajado y aportado para el Sistema Nacional de Cuidados, atender este grupo tan especial y vulnerable de la ancianidad, debería ser prioritario. 

Por último, quiero cerrar esta entrega con otro aporte de mi amigo Joaquín:  
“Debemos, como sociedad, luchar para cambiar este estado de cosas. No es posible hacerlo todo de un día para el otro, por los costos económicos y sociales que significa. Pero fijemos objetivos alcanzables en plazos razonables.
Creación de centros diurnos, con el consiguiente alivio para las familias así como la contención del anciano, su recreación y posiblemente el rescate de sus experiencias residuales”.

En una próxima entrega abordaré el tema de las Residenciales.

viernes, 9 de octubre de 2015

Anciana falleció tras pasar frío, hambre y ser atada en residencial

Dueños de hogar fueron remitidos a la cárcel por omisión de asistencia

09 oct 2015

Una señora de 61 años, que había sido internada por su esposo e hijos en un en un residencial para la tercera edad, falleció tras pasar hambre, frío y ser atada a una silla durante varios meses.

El juez Penal de 2° Turno de Salto, Enrique Ismael Falco procesó con prisión a dos personas responsables del residencial por un delito continuado de omisión de asistencia. El esposo de la fallecida A.O. también fue remitido a prisión por un delito de abandono de personas incapaces de bastarse a sí mismas.
El 6 de marzo de este año, la Justicia salteña dispuso el procesamiento y privación de libertad de la señora L.G.C.G. como autora de un delito continuado de privación de libertad de ancianos.
El magistrado actuante decidió, en esa resolución, continuar con las investigaciones en los hogares dirigidos por L.G.C.G. Se trataba de tres casas de salud. Uno de los residenciales, ubicado en la calle José Pedro Varela de Salto, había sido clausurado el año pasado por varias irregularidades.
Durante las actuaciones, el juez Falco constató que la anciana recientemente fallecida estaba en perfecto estado de salud hace dos años atrás. El 4 de junio de 2013 se le hizo una pericia psiquiátrica forense a la anciana R.P., entonces de 61 años. Allí se supo que ésta carecía de antecedentes psiquiátricos relevantes.
"(La anciana presenta) buen estado general. Bien aliñada. Presentifica la entrevista. Relato espontáneo, coherente. Sin elementos de ansiedad ni angustia", señala el informe técnico hecho a pedido de la sede.
En esos momentos, la anciana había presentado una denuncia por violencia doméstica contra su esposo A.O.
Trece meses más tarde, el 4 de agosto de 2014, dos hermanas de la anciana concurrieron al Juzgado de Salto para solicitar que el esposo no se acercara a la anciana (medidas cautelares). También indicaron que la situación de violencia doméstica vivenciada por su hermana R.P. de parte de su esposo A.O. le causó un deterioro físico y psíquico.

Las denunciantes señalaron que durante un prolongado tiempo no supieron del paradero de su hermana. Pretendieron conocer el mismo a través de su cónyuge O.A. Sin embargo, su cuñado no les dio información.

Las hermanas buscaron a la anciana por sus propios medios. La encontraron en una casa de salud ubicada en la calle José Pedro Varela al 7XX de Salto. Cuando la vieron, se llevaron una desagradable sorpresa al encontrarla "en pésimo estado de salud, sin los cuidados básicos de higiene y alimentación necesarios para su edad y situación (es una señora de 61 años y representa mucho más) en total situación de abandono". Una funcionaria del residencial informó a las dos hermanas que la anciana fue internada allí por su esposo, quien concurre al lugar una vez por mes y pregunta: "¿Cómo está? ¿No murió?".

Inspección.

Funcionarios judiciales y del Ministerio de Desarrollo Social concurrieron al residencial y entrevistaron a la anciana. Detectaron que esta tenía frío, casi no podía sostenerse en pie, no se comunicaba y estaba atada a una silla con una correa. En otra habitación había otras dos personas atadas. "Hay olor a orín y la habitación tiene mal olor", señala el magistrado en su resolución. Después de la visita, el MSP cerró el residencial.
El 1 de enero de este año, la anciana falleció.

Cucarachas, moho y vegetales en mal estado.

La Justicia verificó las pésimas condiciones de alojamiento de los ancianos en el residencial clausurado. "Se constató paredes con hongos y moho próximas a las camas, una pelela con abundante papel y orines en su interior, aglomeramiento de camas. el único baño existente tiene el lavatorio dañado y en desuso, con piso mojado por una pérdida continua de agua, ropa y pañales tirados. Se logró documentar la presencia de cucarachas en el placard de la cocina y dentro de la heladera, así como vegetales en mal estado debajo de la mesada". El expediente judicial señala que un familiar de la anciana fallecida preguntó en el residencial: "¿Por qué hay pocos ancianos".
Una funcionaria respondió: "Se fueron para arriba" y apuntó al cielo con un dedo de la mano.

Reflexiones

Esta crónica debo decir que no aporta nada nuevo. 

Desde que me vinculo con el sector de la salud, he conocido innumerables situaciones  de violencia ejercida con los internados, sin llegar a estos extremos.

La Asociación que nuclea a los propietarios de residencias registradas por el MSP en más de una oportunidad planteó la inequidad existente entre quienes cumplen con las normas y quienes no lo hacen.

La dificultad principal radica en el qué hacer si se resuelve el cierre de todas aquellas residencias y opciones residenciales, que no cumplen con los requisitos básicos que garanticen condiciones mínimas de cuidado y atención.

Cuando escucho el planteo del Sistema Nacional de Cuidados me pregunto: ¿No habrá que resolver estas situaciones primero?

lunes, 5 de octubre de 2015

La sexualidad en el adulto mayor 2ª entrega


El importante número de visitas que tuvo la página luego de la publicación anterior, confirma la importancia del tema y la necesidad de su tratamiento profesional.

Continuamos sintetizando la misma publicación.

Mitos sobre la sexualidad en la vejez

Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo corporal juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento, se vivan con una cierta angustia.

Contrario a la creencia popular, la población anciana continúa disfrutando de su sexualidad.

El estereotipo del anciano es un individuo de pensamiento y movimientos lentos, que requiere asistencia total y que nunca piensa en complacer o explorar su sexualidad.

Estos mitos no tienen ninguna base real, los más comunes son:

  •          la disfunción eréctil es normal por la edad,
  •          los ancianos no tienen deseo sexual,
  •          los adultos mayores no tienen la capacidad de hacer el amor,
  •          los viejos son muy frágiles y propensos a lastimarse si intentan el coito,
  •          los ancianos son poco atractivos e indeseables,
  •          los viejos que se involucran en actividades sexuales son perversos,
  •      es  de muy mal gusto que las personas mayores expresen en público manifestaciones de afecto y deseo; etc.


Desafortunadamente esos mitos son perpetuados y estimulados incluso por la ignorancia de profesionistas e intelectuales que muestran un punto de vista estrecho acerca de la ancianidad.

La persona mayor que mantenga una percepción positiva de su cuerpo y de su pareja, mantendrá relaciones sexuales satisfactorias.

Pfeiffer escribe al respecto: "El envejecimiento exitoso es aquel en que las personas han tomado la decisión de mantenerse en actividad física, social, emocional e intelectual. Tenemos todas las razones para creer que mantenerse activo sexualmente ayudará a mejorar la calidad de vida en los años futuros".

Cambios en la función sexual con la edad

Como se ha mencionado previamente, el comportamiento sexual en la vejez depende de muchos factores: salud en general, disponibilidad de un compañero (a) sano (a), personalidad, actitudes hacia y de los otros, nivel de educación, nivel social, creencias sexuales, actitud sexual previa, intereses y prácticas previas, grado de satisfacción con la vida, etc.

La sexualidad en el anciano debe considerarse en una forma amplia e integral, incluyendo en ella tanto componentes físicos como emocionales.

Por ello, se  acepta como normal en el anciano ciertas modificaciones en el patrón sexual considerado como estándar si se relaciona con el adulto joven; estas serían: disminución del número de coitos y el aumento proporcional de otras actividades sexuales como las aproximaciones físicas, caricias, ratos de intimidad emocional, de complicidad, relaciones de compañía o masturbaciones.

Conclusiones

Es necesaria una educación sexual por parte de la población en general, lo cual redundará en beneficio de las personas de la tercera edad al desmitificar los prejuicios y las actitudes injustas, evitando la patente discriminación de que es objeto y mejorando con ello su calidad de vida. Disponer de más información no va a ser suficiente.

Debemos tratar en lo posible, al menos de disminuir el sentimiento de culpa asociado a las prácticas sexuales, por parte de algunos ancianos y ancianas.

Ahora bien, estamos hablando de un grupo de hombres y mujeres nacidos en las dos o tres primeras décadas de este siglo, se comprenderá que una actitud ante la sexualidad aprendida en un contexto cultural de prohibición, va a generar ideas negativas hacia las prácticas sexuales que se den con una perspectiva de comunicación-diversión.

Probablemente este factor sea uno de los que más contribuya a mantener una situación de negación de las necesidades afectivo-sexuales.

Es preciso un cambio en el modelo dominante de conducta sexual: El coito no debe ser el elemento central a partir del cual gira toda la relación sexual.

Probablemente la comunicación sensual, la ternura y el afecto, las caricias y los juegos sin prisas, presiones o agobios, sean la clave en la que se articule una nueva manera de acercarse al sexo en la vejez.


jueves, 1 de octubre de 2015

La sexualidad en el adulto mayor



En este blog procuro rescatar y publicar información que nos ayude a entender mejor la realidad de un grupo de la población que cada vez es más numeroso.

El tema de la sexualidad del adulto mayor es un tema descuidado e ignorado por razones culturales que hacen que esta etapa de la vida, cada vez más prolongada, se viva desconociendo su significado y su importancia.

Su tratamiento no es cosa fácil, porque debemos transitar entre tabúes, creencias religiosas y mitos que recién ahora se están modificando y debemos hacerlo con respeto por la sensibilidad de cada uno de nuestros lectores.

Sintetizaré alguna publicación de profesionales que saben del tema y las publicaré en más de una entrada.

Espero que sea de interés y estimule sus comentarios.. 

La primera entrega se vincula con una publicación de Julieta Jiménez Bustamante
Médica general, Psiquiatra, Educadora Sexual

Introducción
La sexualidad se manifiesta a través del complejo ínterjuego entre las necesidades de intimidad, afecto, vinculación, autoerotismo, autoimagen, y el contexto del individuo en  relación al género, comunidad y etnicidad
La combinación de la capacidad para disfrutar una relación sexual satisfactoria y la capacidad de expresar los deseos sexuales propios no disminuyen con la edad
La valoración de la sexualidad en el anciano de ambos sexos incluye un enfoque múltiple, pues más que una afectación intrínseca, lo que existe es una acumulación de factores (enfermedades cardiovasculares, daño en los vasos sanguíneos del área genital, cáncer o enfermedades debilitantes, problemas psiquiátricos, ingestión de medicamentos y de alcohol, así como influencias y hábitos previos), que influyen de forma negativa sobre la actividad sexual y no exactamente la edad.
La actividad sexual en esta etapa depende también de características físicas, psicológicas y biográficas del individuo, de la existencia de una pareja, así como del contexto sociocultural en que está inmerso

Historia
Las primeras consideraciones sobre la sexualidad datan desde hace casi cinco mil años. Tan solo se dispone de datos muy limitados sobre la descripción de las conductas y  actitudes sexuales en diversos pueblos con anterioridad al año 1000 A de C.
En el año 2500 a.C., los chinos consideraban que la relación sexual era obligatoria hasta los setenta años, tanto para mujeres como para hombres, ya que pensaban que el sexo es favorable para la salud, como medio para alcanzar una vida larga y feliz.
La gran mayoría de las prescripciones sexuales atribuidas al cristianismo pertenecen al pensamiento y a los escritos teológicos cristianos posteriores a Cristo. En la Edad Media se sataniza al sexo: se creía que el placer sexual era pecado, obra del demonio. La relación sexual en el pensamiento medieval tiene como único objeto la procreación (herencia del pensamiento hebreo) y, en consecuencia, está limitada a los matrimonios.
Al relacionar la sexualidad con la reproducción, se negó de esta manera el disfrute de la sexualidad al anciano.
Hasta hace pocos años se creía que la menopausia marcaba el final del goce sexual femenino, debido a que se justificaba la sexualidad como necesaria para acceder a la maternidad.
Es hasta el siglo XX que se empieza a investigar la sexualidad desde un punto de vista más científico. Algunos autores comenzaron a ofrecer una visión más positiva de la sexualidad como por ejemplo: Sigmund Freud (1856-1939). Este autor reconoce la importancia de la sexualidad en la salud y en la enfermedad.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Alternativas que atienden necesidades de los adultos mayores

Los abuelos se van de safari

http://www.elobservador.com.uy/los-abuelos-se-van-safari-n677630

El diario El observador publica hoy una nota en la que se describen algunas alternativas para atender las necesidades de los adultos mayores.

Por el nivel de los costos señalados en la nota, es claro que se trata de opciones de media alta o alta gama, como se estila ahora para señalar aquellos artículos que la enorme mayoría de la población no pueden acceder a ellos.

De todas formas, como lo señala la nota, existe un cambio en la actitud de los integrantes de este grupo etario, en relación a sus necesidades, demandas y exigencias. Han dejado de ser los "pasivos", como tradicionalmente se les conocía, para pasar a ser un grupo demandante que puede desarrollar elevados niveles de exigencias.

Eso implica un cambio trascendental en los formuladores de políticas públicas para la tercera edad, que deben tener en cuenta el cambio actitudinal, pero además los diferentes estratos sociales a los que se dirigen esas políticas.

Hemos visto cómo en el interior, especialistas médicos junto a actores empresariales dedicados a la atención residencial de los ancianos, han generado diversas actividades dirigidas a atender estas necesidades.

Me refiero concretamente a las experiencias que desde la capital duraznense se han organizado con mucho éxito.

Es un tema que deberemos seguir profundizando, analizando soluciones de viviendas o alojamientos, excursiones, actividades sociales, etc. que sean accesibles a un mayor número de personas.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay IV

Informe UCUDAL 

Continuo publicando partes del informe de UCUDAL que me parecen interesantes para entender mejor de qué estamos hablando y sobre qué bases debemos plantear las oportunidades de mejora, que posibiliten una 3ª  edad isfrutable.

Empleo y actividad en los adultos mayores (I)

Otro ámbito clave de transformaciones profundas en el tránsito hacia la vejez es el empleo. El pasaje desde el empleo hacia la jubilación es, quizá, una de las transiciones más importantes que ocurren con el inicio de la vejez.

Trayectorias más o menos exitosas determinan, en buena medida, algunos de los riesgos y vulnerabilidades más importantes que enfrentan los adultos mayores, que condicionan el acceso al bienestar en la etapa de retiro.

La salida del mercado de trabajo
El involucramiento en el mercado de trabajo comienza a descender a partir de los 50 años, pero tiene su caída más brusca entre los 60 y los 70 años.

De la misma manera, el cierre de la brecha entre la curva de activos y la de empleados muestra que a medida que avanza la edad el desempleo pierde peso y que quienes permanecen activos lo hacen porque están ocupados.

Este proceso hacia la inactividad marca, probablemente, uno de los cambios de mayor impacto en términos sociológicos asociados a la vejez y constituye un rasgo que diferencia a Uruguay de la mayoría de los países de la región.

De hecho, en la comparación regional, los niveles de actividad entre la población adulta mayor son sensiblemente menores para el caso uruguayo, lo que se debe en parte a la extensión de la cobertura del sistema de jubilaciones y pensiones que desestimula el mantenimiento de la actividad laboral en las últimas etapas del ciclo vital.

Mientras que casi tres de cada cuatro mujeres (75%) ya eran inactivas a los 60 años, casi el 80% de los varones se encontraba todavía activo a esa misma edad.

La evidencia conocida indica que tales diferencias obedecen a dos situaciones complementarias: por un lado, la menor actividad de las uruguayas en las edades anteriores; por otro, un retiro en promedio más temprano en el caso de aquellas que sí fueron activas la mayor parte de su vida adulta.

Este comportamiento diferencial de hombres y mujeres no es homogéneo.

La información disponible revela que la mayor permanencia de los hombres en el mercado laboral no está relacionada con el nivel educativo, es decir, los hombres más y menos educados muestran una pauta muy similar de abandono de la actividad. Sin embargo, en las mujeres el panorama es bastante diferente

Las mujeres de mayor nivel educativo tienden a postergar más su salida del mercado laboral, mientras que las de nivel educativo más bajo comienzan a abandonarlo antes (entre las primeras, a los sesenta años casi seis de cada diez son activas, y entre las segundas esta proporción desciende a un poco más de cuatro de cada diez).

Permanecer activos:
¿por qué y cómo?

A pesar de que los niveles de actividad en las mujeres se ubican notoriamente por debajo de los de los hombres, el aumento que han experimentado en las últimas décadas las tasas de actividad de los adultos mayores se explica, en buena medida, por una tendencia a un mayor involucramiento de las mujeres en el mercado laboral (Damonte, 2000).

Por esta razón, dado que la mayor permanencia femenina en el mercado laboral está vinculada con mayores niveles educativos, es posible que la tendencia histórica responda a la existencia de mujeres más educadas que desean seguir vinculadas al mercado de trabajo para no estar inactivas.

Sin embargo, algunos estudios revelan que, en realidad, la permanencia en el mercado de trabajo parece estar más estrechamente vinculada con la obtención de ingresos (Damonte, 2000: 130).

En efecto, un estudio realizado en el año 2000 revela que prácticamente ocho de cada diez adultos mayores que trabajan lo hacen para cubrir o reforzar el presupuesto del hogar.

Es notoria la disminución de la proporción de los asalariados en la vejez y más evidente aún el aumento del porcentaje de trabajadores por cuenta propia, especialmente de aquellos que cuentan con local.

Este hallazgo, sin embargo, no debe olvidar que lo que en realidad ocurre no es un aumento o surgimiento marcado de trabajadores por cuenta propia después de los 65 años, sino que más bien tiene lugar una disminución menos marcada de los ocupados en estas categorías (en contraste con lo que ocurre entre los asalariados, especialmente los privados

En cualquier caso, el fenómeno puede ser el reflejo del desarrollo de estrategias y arreglos laborales asociados a la vejez, vinculados con iniciativas pequeñas y medianas, que pueden constituir una fuente de ingresos más certera y de más largo plazo que los empleos asalariados.

El hallazgo es consistente, además, con una menor necesidad de trasladarse para ir a trabajar en estos grupos etarios (Arim y Salas, 2006: 16) y con un aumento sostenido, a medida que avanza la edad, de cuentapropistas con local o inversión que realizan su trabajo en la propia vivienda.

Es importante señalar que el abandono del trabajo asalariado y el tránsito hacia el trabajo por cuenta propia parece darse más tempranamente entre los hombres que entre las mujeres, quienes en particular permanecen por más tiempo como asalariadas en el sector privado.

Adicionalmente, el trabajo por cuenta propia con local tiende a ser más frecuente en el interior que en Montevideo.

La proporción de ocupados que no aportan a la seguridad social casi se duplica entre los 61/65 años y los 71/75 años.

Adicionalmente, afecta en mayor medida a mujeres que a hombres.

La explicación del porqué de los niveles de informalidad tan altos en este grupo poblacional tiene varios componentes.

Por un lado, el recibir una jubilación o pensión impide continuar trabajando legalmente en el mismo rubro, por lo que de continuar trabajando el individuo debe hacerlo en una rama de la actividad  diferente a aquella en la que tenía la acumulación de experiencia laboral.
Esto incrementaría las posibilidades de inserción informal a la hora de decidir continuar trabajando. En segundo lugar, los umbrales de calificación con que cuentan estos individuos son menores a los de la población activa promedio, a raíz del propio proceso de incremento de las credenciales  educativas en el mercado.

viernes, 4 de septiembre de 2015

El Sistema Nacional de Cuidados


Publicada en el Semanario Búsqueda, en la sección Cartas a a Dirección del jueves 3 de los corrientes.

Días pasados escuchaba al Director del Programa de cuidados y sus explicaciones me generaron algunas reflexiones.

En primer lugar me parece llamativo que el programa ya tenga director, sin haber sido aún aprobado. Deben haber juntado unas cuantas actividades, que son responsabilidad del MIDES, referidas a esta área de las políticas sociales y crearon una dirección. Ésto no es de extrañar.

Debo confesar que la idea parece interesante. Nadie puede discutir la necesidad de apoyar a quienes hoy tienen la responsabilidad de cuidar a menores o ancianos, para que puedan ingresar al mercado laboral, generar ingresos genuinos y como se dijo, aportar al sistema  previsional, para que la carga de este sistema no sea tan gravosa para la sociedad.
La idea tiene además un interesante enfoque de género, dado que la inmensa mayoría de quienes se beneficiarían de este sistema, serían mujeres.

Me pareció entender que está previsto cubrir 4 horas por día. ¿Será que hay mucha demanda de trabajos part time? Me temo que no y que el supuesto objetivo que se le vende a la población, no se cumpla y termine siendo otra forma más de dar dinero sin resolver el problema de fondo. Las beneficiarias de este servicio deberían hacerse cargo de la contratación de por lo menos 4 a 6 horas más de cuidados, para poder acceder a un cargo de 6 o de 8 horas. ¿Podrán hacerlo?

En segundo término me sorprende que el progresismo en el gobierno, esté pensando en un sistema privatizado, en el que las prestadoras serán empresas privadas, ya existentes o a crearse, bajo la forma que se quiera, pero privadas al fin. Simplemente por la disociación entre el discurso y la realidad.

En tercer lugar me preocupa que se diga que capacitarán a quienes postulen para atender esa demanda de servicios, cuando uno ve la enorme cantidad de situaciones que se vinculan con malos tratos, abusos y todo tipo de violencia que se ejerce sobre niños y ancianos (los más vulnerables), cuando el ámbito de ese servicio sea en el interior de una propiedad.
Si vemos gente que se dedica a robar ancianos en la calle y copar sus viviendas.
Si cualquiera que tenga responsabilidad o relación con ancianos dependientes y no tan dependientes, sabe que es frecuente el robo por parte de personas que son contratadas para su cuidado o que una vez generado el vínculo son frecuentes los actos de violencia física o sicológica.
Si cada vez más los padres que pueden, instalan cámaras para controlar a quienes contratan para el cuidado de sus hijos pequeños.
Si los servicios que atienden a los niños de 4 y 5 años cubren apenas 4 horas.
La experiencia ha señalado las ventajas de un Plan como el CAIF, porque permite reducir los riesgos y da contención y seguridad a los niños y a las familias.

¿Por qué debemos pensar que se pueden instrumentar soluciones de este tipo en estas condiciones?

Por otra parte me llama poderosamente la atención que nos embarquemos en una propuesta de esta naturaleza cuando aún no se le ha podido poner el cascabel al gato, de la asistencia de los ancianos en residencias y casas particulares, muchas veces clandestinas, donde la calidad de la asistencia brilla por su ausencia.

También me llama la atención una noticia de prensa que señala el acuerdo de la oposición a esta iniciativa. ¿Será que no han tenido en cuenta estas consideraciones?

Una vez más el FA propone titulares, como el Sistema Nacional Integrado de Salud, que no es más que un gran titular y que sus propios seguidores sostienen que la calidad de la asistencia deja mucho que desear o como el Plan Ceibal que entregó computadoras, generando si una enorme inclusión en esta herramienta de la comunicación, pero sin una reforma en serio del sistema educativo que permita aprovecharlo integralmente y asegure la inclusión de niños y adolescentes en el sistema educativo.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay (III)

Este cambio, de tendencia progresiva hacia el envejecimiento, no hace más que plantear desafíos e interrogantes a la provisión de cuidado entre generaciones.

Inevitablemente, además, confronta a las políticas y los sistemas de apoyo al cuidado que, están, como en muchos otros países, lejos de cubrir los vacíos que las nuevas realidades familiares están imponiendo (UN-DESA, 2005).

A ésto se suma el hecho de que es justamente a partir de esta generación que las mujeres comienzan a ingresar en forma más contundente al mercado laboral, lo que limita que las hijas adultas, tradicionalmente encargadas del cuidado de los adultos mayores (Batthyány, 2009), puedan hacerse cargo de esta tarea.

Las transformaciones planteadas en las configuraciones familiares que se asocian al tránsito hacia y por la vejez ofrecen una de las tantas puertas de entrada a una problemática cada vez más relevante para pensar la protección social para los adultos mayores.

Asociado a lo anterior, es importante recordar que las transformaciones familiares y configuraciones que de ellas resultan tienen rutas y significados distintos para hombres y mujeres adultos mayores.

Estas últimas se enfrentan con mucho mayor frecuencia a la realidad de vivir solas y si bien, muchas veces ésto es producto de una opción individual que refleja la búsqueda de mayor autonomía, muchas otras es la cara visible de la soledad, la escasez de vínculos, la dificultad de integración.

La evidencia presentada también indica que la familia es, en efecto, una dimensión de ajuste y reajuste frente a fenómenos como la viudez o el “vaciamiento” del hogar.

Los arreglos familiares y tipos de hogar donde viven los adultos mayores dependen también, al menos en alguna medida, de los niveles de ingreso.

En definitiva, parece claro que el estudio de las transformaciones en el ámbito de la familia y de las implicancias que ellas tienen para el bienestar de los adultos mayores requiere de un análisis más profundo y sistemático.

lunes, 31 de agosto de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay (II)

Vejez y familia: transiciones y transformaciones 

Más adelante el mismo informe señala algunas consideraciones vinculadas a los vínculos familiares de los adultos mayores

En los adultos mayores se  deben considerar dos fenómenos claves: la emancipación de los hijos —con el consiguiente “vaciamiento” del hogar— y la viudez.
Estos dos procesos marcan los hitos principales de las transiciones que tienen lugar en el ámbito familiar mientras se transita hacia y por la vejez, y condicionan fuertemente la singularidad de las estrategias familiares que adoptan los adultos mayores.

No hay que olvidar que en Uruguay estas transiciones ocurren en un contexto social y demográfico caracterizado por profundas transformaciones en los modelos familiares, que se reflejan, entre otras cosas, en la mayor presencia de hogares monoparentales, y en el aumento de la divorcialidad y de la inestabilidad de los vínculos de pareja (Filgueira, 1996; Cabella, 2007).

¿En qué familias viven los adultos mayores?
De acuerdo a datos de la encuesta continua de hogares del 2008, cerca de un tercio de los hogares del país (33,2%) incluyen adultos mayores.
De este tercio, un 33% de los hogares con adultos mayores está integrado por hogares unipersonales, esto es, un adulto mayor que vive solo.
Otro 20% son hogares bipersonales con dos adultos mayores.
Casi un 18% son hogares bipersonales multigeneracionales (en los que el adulto mayor vive con un integrante de otra generación).
Un 17,2% son hogares multipersonales de adultos mayores con mayores menores de 65 años y finalmente un 11,3% son hogares multipersonales integrados por adultos mayores, otros mayores y niños.

Cuando analizamos las necesidades de los adultos mayores debemos tener en cuenta esta información.
Un elemento que puede hacer más complejo el análisis, pero que a mi juicio es necesario tenerlo en cuenta,  es considerar por separado las realidades de los adultos mayores de la 3ª y 4ª edad, porque indiscutiblemente sus necesidades serán diferentes. 

Vejez, familia y estrategias de supervivencia
Las configuraciones familiares parecen tener dinámicas distintas en función de los estratos socio-económicos.

A medida que avanza la edad de los adultos mayores se registra un aumento en la proporción de personas que viven con sus hijos, una tendencia notoriamente más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. En ambos casos, la convivencia con los hijos está asociada a los ingresos: a medida que aumentan la convivencia con los hijos disminuye

Entre los adultos mayores del 20% más pobre de la población la convivencia con otros familiares alcanza a casi un tercio.

En el otro extremo, es decir, el 20% más rico, esta condición es menor al 10%.
De esta forma, los hogares extendidos se constituyen quizás como una estrategia de supervivencia familiar que aloja a los adultos mayores más pobres y, en particular a las mujeres solas.

Entre las adultas mayores de sectores de menores ingresos la proporción de quienes viven con otros familiares —que no son sus hijos o su pareja exclusivamente— pasa de aproximadamente el 35% en el tramo de 65 a 69 años a casi el 60% entre quienes tienen 80 años o más.

En contrapartida, la construcción de hogares unipersonales entre los adultos mayores no solo es mucho más marcada en los sectores de mayores ingresos, sino que es realmente en esos sectores en los que las diferencias entre hombres y mujeres se hacen más notorias.

Cada vez más, los adultos mayores viven solos o con sus parejas.

Este fenómeno distorsiona, sin duda, los patrones de cuidado y reciprocidad intergeneracional que caracterizaban al modelo tradicional de familia en el Uruguay hasta hace no tanto tiempo.

De hecho, posiciona a los adultos mayores de hoy como una generación clave en este cambio, en tanto son ellos quienes comienzan a apartarse del modelo anteriormente predominante de co-residencia con generaciones más jóvenes, en el que tenía lugar el cuidado recíproco en el hogar (Berriel, Paredes y Pérez, 2006).

lunes, 24 de agosto de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay (I)


Un informe de la UCUDAL, cuyos autores fueron Federico Rodríguez y Cecilia Rossel, señala que, como plantea Kaztman (2008), surgen al menos tres preguntas centrales en la consideración de la vulnerabilidad en los adultos mayores: cuáles son sus necesidades específicas, qué activos pueden movilizar para satisfacerlas y cuáles son las estructuras de oportunidades que les permiten (o no) hacerlo.

Por lo general, los adultos mayores necesitan acceso a buenas prestaciones de salud, vínculos sociales que les permitan mantenerse integrados y activos, capacidad de disfrutar del tiempo libre, autonomía de ingresos y recursos para mantener su nivel de vida (Kaztman, 2008).

Mientras que en la infancia la vinculación con las esferas de protección y riesgo está fuertemente recostada en la familia, en etapas posteriores el vínculo directo con el mercado, el Estado y la comunidad adquiere mayor relevancia (Kaztman y Filgueira, 2001).
En la vejez se diluye la vinculación directa de las personas con el mercado laboral y se debilitan consecuentemente las rutinas y las redes asociadas al trabajo remunerado.
A su vez, procesos como la emancipación de los hijos, la llegada de los nietos o la muerte de alguno de los cónyuges suelen producir transformaciones importantes en los patrones de convivencia y las fuentes de apoyo familiares.

La noción de ciclo de vida permite pensar las historias personales y familiares como una sucesión más o menos ordenada de etapas típicas que, esquemáticamente, van desde la infancia a la vejez y reconocen diversas transiciones intermedias como el ingreso a la adolescencia, la juventud o la vida adulta.

De acuerdo a los datos censales, en los últimos treinta y cinco años los mayores de 65 años pasaron de representar el 8,9% de la población total al 13% (unas 432.981 personas). Las proyecciones disponibles indican que el envejecimiento continuará profundizándose en las próximas décadas (Calvo, 2008).

El otro elemento que han planteado los especialistas y que se torna fundamental para el análisis de las trayectorias y el acceso al bienestar de los adultos mayores es la forma que el envejecimiento asume para hombres y mujeres. Las diferencias por sexo en la esperanza de vida suponen una marcada y progresiva feminización en todos los tramos etáreos que van desde los 65 años en adelante (Pérez Díaz, 2000; Del Poppolo, 2001: 38; UN-DESA, 2007).
Esta dinámica demográfica genera desafíos y oportunidades diferentes.

Las necesidades y urgencias que orientaban el destino del gasto público social de  sociedades con fuerte presencia de niños y jóvenes están mutando a las de sociedades con una estructura generacional mucho más equilibrada, con fuertes incrementos en la cantidad de hombres y especialmente de mujeres de más de 65 años, en contextos de bajo crecimiento.

Nunca antes en la historia habían coexistido tantas generaciones: esta nueva realidad demográfica requiere de acuerdos de solidaridad intergeneracional en el reparto de los recursos públicos y en el acceso a las oportunidades.

El país deberá adaptarse para brindar a sus adultos mayores (quienes vivirán más años que sus predecesores) las condiciones para vivir en plenitud su vida, especialmente cuando se retiran del mercado de trabajo.

Los sistemas nacionales de salud, por templo, enfrentarán demandas que necesariamente los reorientarán hacia paradigmas basados en la prevención.

Esta realidad genera desafíos que deben ser enfrentados por quienes nos representan, asumiendo con seriedad esta problemática, sin optar por propuestas proselitistas que nada tienen que ver con la verdadera solución de los problemas.



sábado, 22 de agosto de 2015

La Tercera y la Cuarta edad

Cuando nos referimos a la Tercera edad como un grupo etáreo de nuestra sociedad, es bueno precisar el alcance del término.

Como base para el análisis podemos utilizar la definición que aporta Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_edad

Tercera edad es un término antropo-social que hace referencia a la población de personas mayores o ancianas. En esta etapa el cuerpo se va deteriorando y, por consiguiente, es sinónimo de vejez, senectud y de ancianidad. Se trata de un grupo de la población que tiene 65 años de edad o más.

Hoy en día, el término va dejando de utilizarse por los profesionales y es más utilizado el término personas mayores (en España y Argentina) y adulto mayor (en América Latina).

Por otra parte, en algunas sociedades, la esperanza de vida está en aumento continuo. Por ello en estos casos el porcentaje de personas mayores de 80 años es cada vez mayor. Surge entonces la expresión cuarta edad que hace referencia a la última fase de la vida de las personas que alcanzan una vejez avanzada.

Habitualmente se considera su comienzo a partir de los 80 años de edad que, según la geriatra Pilar Mesa Lampre, representan «el umbral del cambio».

En las sociedades que logran una expectativa de vida mayor, la cuarta edad constituye la última etapa de la vida, aconteciendo después la muerte.

Para quienes ya ingresamos en la tercera edad, la existencia de una cuarta etapa,  nos hace sentir algo más alejados del final.

En los hechos, quizás deberíamos bregar para que a los de la tercera edad nos llamaran “adultos mayores” y dejáramos el término de “ancianos” para los que tienen más de 80 años.

Quizás sea simplemente un tema de coquetería.