Vejez y familia: transiciones
y transformaciones
Más adelante el mismo informe señala algunas consideraciones vinculadas a los vínculos familiares de los
adultos mayores
En los adultos mayores se deben considerar dos fenómenos claves: la
emancipación de los hijos —con el consiguiente “vaciamiento” del hogar— y la
viudez.
Estos dos procesos marcan los
hitos principales de las transiciones que tienen lugar en el ámbito familiar mientras
se transita hacia y por la vejez, y condicionan fuertemente la singularidad de
las estrategias familiares que adoptan los adultos mayores.
No hay que olvidar que en Uruguay
estas transiciones ocurren en un contexto social y demográfico caracterizado
por profundas transformaciones en los modelos familiares, que se reflejan,
entre otras cosas, en la mayor presencia de hogares monoparentales, y en el
aumento de la divorcialidad y de la inestabilidad de los vínculos de pareja
(Filgueira, 1996; Cabella, 2007).
¿En qué familias viven los
adultos mayores?
De acuerdo a datos de la encuesta
continua de hogares del 2008, cerca de un tercio de los hogares del país
(33,2%) incluyen adultos mayores.
De este tercio, un 33% de los
hogares con adultos mayores está integrado por hogares unipersonales, esto es,
un adulto mayor que vive solo.
Otro 20% son hogares bipersonales
con dos adultos mayores.
Casi un 18% son hogares
bipersonales multigeneracionales (en los que el adulto mayor vive con un
integrante de otra generación).
Un 17,2% son hogares
multipersonales de adultos mayores con mayores menores de 65 años y finalmente un
11,3% son hogares multipersonales integrados por adultos mayores, otros mayores
y niños.
Cuando analizamos las necesidades
de los adultos mayores debemos tener en cuenta esta información.
Un elemento que puede hacer más
complejo el análisis, pero que a mi juicio es necesario tenerlo en cuenta, es considerar por separado las realidades de
los adultos mayores de la 3ª y 4ª edad, porque indiscutiblemente sus
necesidades serán diferentes.
Vejez,
familia y estrategias de supervivencia
Las configuraciones familiares parecen
tener dinámicas distintas en función de los estratos socio-económicos.
A medida que avanza la edad de
los adultos mayores se registra un aumento en la proporción de personas que
viven con sus hijos, una tendencia notoriamente más frecuente entre las mujeres
que entre los hombres. En ambos casos, la convivencia con los hijos está asociada
a los ingresos: a medida que aumentan la convivencia con los hijos disminuye
Entre los adultos mayores del 20%
más pobre de la población la convivencia con otros familiares alcanza a casi un
tercio.
En el otro extremo, es decir, el
20% más rico, esta condición es menor al 10%.
De esta forma, los hogares
extendidos se constituyen quizás como una estrategia de supervivencia familiar
que aloja a los adultos mayores más pobres y, en particular a las mujeres
solas.
Entre las adultas mayores
de sectores de menores ingresos la proporción de quienes viven con otros
familiares —que no son sus hijos o su pareja exclusivamente— pasa de
aproximadamente el 35% en el tramo de 65 a 69 años a casi el 60% entre quienes
tienen 80 años o más.
En contrapartida, la construcción
de hogares unipersonales entre los adultos mayores no solo es mucho más marcada
en los sectores de mayores ingresos, sino que es realmente en esos sectores en
los que las diferencias entre hombres y mujeres se hacen más notorias.
Cada vez más, los adultos mayores
viven solos o con sus parejas.
Este fenómeno distorsiona, sin
duda, los patrones de cuidado y reciprocidad intergeneracional que
caracterizaban al modelo tradicional de familia en el Uruguay hasta hace no
tanto tiempo.
De hecho, posiciona a los adultos
mayores de hoy como una generación clave en este cambio, en tanto son ellos
quienes comienzan a apartarse del modelo anteriormente predominante de
co-residencia con generaciones más jóvenes, en el que tenía lugar el cuidado
recíproco en el hogar (Berriel, Paredes y Pérez, 2006).