Artículo extraído del blog de Gerardo Velásquez, Psicólogo venezolano
Dadas las características de la vida actual, los
avances médicos y tecnológicos, los seres humanos tenemos cada vez una mayor
probabilidad de alcanzar más años de vida. Sin embargo, sabemos que no basta
llegar, sino llegar lo más sano física, mental y espiritualmente dentro de las
limitaciones propias de la vejez. Envejecer No es una elección, es una ley de
la vida. Ahora, envejecer saludablemente si viene a ser una elección personal.
Si bien es cierto que el proceso mismo del
envejecimiento va acompañado de una degeneración de muchas de las facultades
físicas y mentales en la persona, eso no significa que la vejez sea sinónimo de
enfermedad, en otras palabras envejecer no es enfermar y el deterioro de las
facultades físicas tampoco implica un déficit en las capacidades cognoscitivas
y psicológicas de las personas. De allí que de lo que se trata es que hagamos
las cosas que tenemos que hacer para llegar a esa etapa final de nuestras vidas
en las mejores condiciones posibles.
Los aspectos Psicológicos y
Emocionales
Como iniciamos en esta reflexión, existen numerosas
alternativas que van a ayudarnos en lo referente a la salud física, pero es la
actitud ante la vida lo que desde mi parecer va a ser preponderante para tener
una vejez sana en todos los aspectos. Y no se trata de lo que debemos hacer una
vez que estemos en la llamada tercera edad, lo cual es obviamente muy importante,
sino de lo que hemos de cultivar en el camino de la vida.
Es ese aspecto que le va a decir a la persona que
vale la pena seguir viviendo, es tener, adicional a la salud física una
adecuada salud mental y emocional.
Pudiéramos ver el proceso en tres grandes etapas,
una primera donde se tiene poca conciencia de que algún día llegaremos a
viejos, que abarca la juventud y la edad plena de desarrollo de realizaciones
personales y familiares, que pudiera llegar hasta una edad cercana a los 50
años, luego una etapa donde comienzan a ocurrir cambios significativos en
relación a diferentes facetas de la vida como son la separación de las
actividades laborales, la separación de los hijos, la aparición de la
menopausia o la andropausia y una tercera etapa donde van a prevalecer las
deficiencias físicas en la vejez propiamente dicha.
Las actitudes que desarrollemos en cada una de esas
etapas van a ser relevantes para llegar y vivir la vejez de manera positiva,
con la mayor autonomía personal y funcional posible.
Pendientes del camino
La primera de las etapas citadas va a estar regida
por las relaciones tanto familiares, como laborales y sociales. De estas
relaciones, las familiares y las sociales es donde ha de hacerse más énfasis.
Los familiares y los amigos van a estar cerca, siempre y cuando, seamos capaces
de cultivar buenas relaciones, de dar amor, de estar “presentes”.
Por distintas razones, algunas personas han
descuidado sus relaciones familiares y de amistades y sin darse cuenta se van
aislando, muchas veces porque se dejan absorber por el trabajo, porque no saben
cómo enfrentar sus procesos emocionales ante las diferencias naturales con los
otros, por rebeldías, al extremo que en muchos casos hasta se separan y pierden
contacto con sus propios familiares. En otros casos, muy frecuentemente se
aferran al trabajo o a los hijos, sin darse cuenta que tarde o temprano va a
llegar el momento que los hijos han de dejar el hogar y que forzosamente
también han de separarse de sus compañeros de trabajo.
Las consecuencias de estos aspectos se van a ver y
sentir en eso que he llamado la segunda etapa. Si hemos descuidado nuestros
nexos familiares y/o sociales es probable que el impacto emocional y la manera
en que vamos a enfrentar esas pérdidas que son propias de los procesos humanos,
sea más traumático que para una persona que haya sabido llevar de una manera
sana sus relaciones, que se haya preparado psicológicamente para el momento que
los hijos tomen su camino, que tenga fortalecida su relación de pareja si la tiene,
que haya diversificado sus actividades y cultivado nuevas relaciones.
Las pérdidas no son sólo de las
facultades físicas
Por supuesto que tenemos claro que la vejez va
acompañada de una merma en nuestras condiciones físicas, sin embargo, así como
en la etapa previa a la vejez nos toca enfrentar la pérdida del trabajo y como
hemos dicho la no menos traumática separación de los hijos, en la vejez hemos
de enfrentar otras pérdidas, como son la muerte de familiares muy queridos, de
amigos muy allegados o de la pareja, lo que representa uno de los duelos más
difíciles de enfrentar. Estas situaciones van a ser abordadas de una mejor
manera si la persona ha podido desarrollar un entorno que le sirva de apoyo y
que le siga dando el sentido de pertenencia, sea éste su grupo familiar, los
vecinos, la iglesia o un grupo de personas contemporáneas que se reúnen o
conviven en algún centro especializado.
La llamada Edad Psicológica:
Algunas veces escuchamos que no importa estar viejo
si nos sentimos jóvenes. Y es que efectivamente, la edad cronológica y la edad
biológica no van agarradas de la mano con la edad psicológica, y no se trata de
negar que hemos llegado a viejos, sino la manera psicológica como vamos a vivir
esa última etapa de la vida. De allí que personas que apenas rondan los 60 años
de dad se sientan, perciban y actúen como si fueran unos seres a quienes la
vida ya se les fue, mientras que vemos a otros que superan los 80 años de edad
y se mantienen haciendo deportes, participando en actividades sociales,
sonriendo y agradeciendo a la vida. A esto se le ha denominado la Edad
Psicológica, siendo determinante en la adaptación de la persona en su vejez.
Esta va a ser producto de sus experiencias, estilo de vida, su flexibilidad
ante el entorno con sentido holístico de mente, cuerpo y espíritu.
Una vez alcanzada la vejez hay que seguir
intelectualmente activos, seguir con la intención y el entusiasmo de aprender
cosas nuevas. Seguir encontrando una razón de vivir, que por supuesto va a ser
distinta a las razones que visualizábamos y sentíamos en las etapas previas.
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