En la 3ª edad ¿qué tan necesaria
es la compañía?
Para quienes han trabajado la
mayor parte de su vida el retiro implica, en muchos casos, aislamiento y
desocialización.
En psicología y sociología, se
entiende por desocialización la falta de socialización, el proceso por el cual
una persona experimenta la pérdida de su papel en la sociedad y una pérdida asociada
de poder o prestigio. El individuo tal vez pase por la experiencia de perder su
identidad social y sufrir una crisis de identidad, la pérdida de la igualdad
con el de su clase y la de su imagen y autoestima, y puede tener problema para
encontrar una actividad sustitutoria y otro grupo de adopción.
La biología también aporta a ese
proceso dejando en soledad a quienes han vivido en pareja.
Si se da la combinación de ambas
situaciones, la cosa tiende a agravarse
Conversando con una amiga,
analizábamos las complicaciones que existen a nuestra edad, para formar pareja,
los riesgos que el intento conlleva, la posible pérdida de la libertad
alcanzada y las dificultades para compatibilizar costumbres y por qué no,
manías adquiridas a lo largo del tiempo.
Una pregunta que nos hacíamos es si
formar una nueva pareja es la verdadera necesidad que uno siente a la hora de
buscar compañía.
La realidad nos muestra que muchas
personas buscan, en amistades del mismo sexo, la alternativa para compartir
esos momentos. Tomar el té o alguna bebida alcohólica, jugar a las cartas, etc.
Para ello pueden no necesitar de espacios públicos y sus propios domicilios
pueden ser el centro de reunión.
¿Es esa una solución completa?
Por lo menos para quienes hemos
vivido la mayor parte de la vida en pareja, esa alternativa no parece serlo.
Quizás sea, entre los hombres que
se han quedado solos, donde mayoritariamente se sienta la necesidad de la
compañía del otro sexo, lo que no debería significar que la solución pase necesariamente
por formar una nueva pareja.
En el transcurso del intercambio
llegamos a la conclusión que, a esta
altura de la vida, una opción podría ser la búsqueda de amistades con personas
del otro sexo, que resolvieran esa demanda.
La pregunta siguiente se refirió
a las características que deberían tener esas personas que pudieran integrar el
núcleo de nuestras amistades.
Ella me dijo que debería ser: compañero/a,
amable, tener los mismos gustos y disfrutar con lo mismo y que debería ser
querible y respetable.
Para encontrar esas personas,
parece obvio que no son las redes el mejor sitio para lograrlo.
Otra amiga sugirió una variante a
la propuesta anterior:
"La amistad con derecho a
roce —llamado por la costumbre como Amigos con derechos—, es una relación de
pareja que intenta combinar la vinculación afectiva, los comportamientos y
actitudes típicos de una amistad, con la posibilidad de mantener relaciones
íntimas o sexuales." Puede ser promiscua, es decir sin fidelidad, o leal,
solo entre dos personas, pero no involucra convivencia.
Después de muchos intercambios,
sobre todo con respecto al concepto “con derecho”, que no aplica a mi entender,
aparentemente el significado de esta opción es que la amistad no queda limitada
al concepto tradicional y no excluye de
ante mano otro tipo de relaciones.
Parece que lo esencial de esta
opción es que lo que sí parece más excluyente es la idea de convivencia, que es
donde surgen las mayores dificultades, en función de las pérdidas de libertades
ya adquiridas o recuperadas.
Personalmente creo que, más allá
de las prevenciones que el volver a vivir en convivencia pueda tener, esa necesidad
si surge lo hace sin premeditación, como algo natural del enamoramiento entre
dos personas que estén dispuestas a sacrificar libertades que les son muy
importantes.
De todas formas parece ineludible
que para que cualquiera de estas opciones surja, son necesarias oportunidades,
que requieren lugares adecuados para que el vínculo y el conocimiento sean lo
más natural y espontáneo posible.
De ahí surge algo que hace mucho
tiempo vengo pensando, que en otros países existe y que refiere a la necesidad
de crear Centros Diurnos barriales, para personas de la 3ª edad, donde se puedan
establecer esos vínculos y donde los adultos mayores dispongan de espacios de
resocialización, de entretenimiento y distracción, que hagan más llevadero el
tiempo de la desocupación, que cada vez parece ser más largo.
Cuando uno soporta diariamente la
propaganda sobre los logros y bondades del Programa de Cuidados, se pregunta si
no sería mucho más útil invertir en este tipo de soluciones.
Claro, no serían tanto los
beneficiarios directos e indirectos (votos) ni los contratos para atenderlos
(más votos), pero si seguramente tendrían mucho más impacto que el cuidar
durante 4 horas a gente en su casa que seguramente tienen problemas serios de
desocialización.
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