lunes, 14 de septiembre de 2015

Panorama de la vejez en el Uruguay IV

Informe UCUDAL 

Continuo publicando partes del informe de UCUDAL que me parecen interesantes para entender mejor de qué estamos hablando y sobre qué bases debemos plantear las oportunidades de mejora, que posibiliten una 3ª  edad isfrutable.

Empleo y actividad en los adultos mayores (I)

Otro ámbito clave de transformaciones profundas en el tránsito hacia la vejez es el empleo. El pasaje desde el empleo hacia la jubilación es, quizá, una de las transiciones más importantes que ocurren con el inicio de la vejez.

Trayectorias más o menos exitosas determinan, en buena medida, algunos de los riesgos y vulnerabilidades más importantes que enfrentan los adultos mayores, que condicionan el acceso al bienestar en la etapa de retiro.

La salida del mercado de trabajo
El involucramiento en el mercado de trabajo comienza a descender a partir de los 50 años, pero tiene su caída más brusca entre los 60 y los 70 años.

De la misma manera, el cierre de la brecha entre la curva de activos y la de empleados muestra que a medida que avanza la edad el desempleo pierde peso y que quienes permanecen activos lo hacen porque están ocupados.

Este proceso hacia la inactividad marca, probablemente, uno de los cambios de mayor impacto en términos sociológicos asociados a la vejez y constituye un rasgo que diferencia a Uruguay de la mayoría de los países de la región.

De hecho, en la comparación regional, los niveles de actividad entre la población adulta mayor son sensiblemente menores para el caso uruguayo, lo que se debe en parte a la extensión de la cobertura del sistema de jubilaciones y pensiones que desestimula el mantenimiento de la actividad laboral en las últimas etapas del ciclo vital.

Mientras que casi tres de cada cuatro mujeres (75%) ya eran inactivas a los 60 años, casi el 80% de los varones se encontraba todavía activo a esa misma edad.

La evidencia conocida indica que tales diferencias obedecen a dos situaciones complementarias: por un lado, la menor actividad de las uruguayas en las edades anteriores; por otro, un retiro en promedio más temprano en el caso de aquellas que sí fueron activas la mayor parte de su vida adulta.

Este comportamiento diferencial de hombres y mujeres no es homogéneo.

La información disponible revela que la mayor permanencia de los hombres en el mercado laboral no está relacionada con el nivel educativo, es decir, los hombres más y menos educados muestran una pauta muy similar de abandono de la actividad. Sin embargo, en las mujeres el panorama es bastante diferente

Las mujeres de mayor nivel educativo tienden a postergar más su salida del mercado laboral, mientras que las de nivel educativo más bajo comienzan a abandonarlo antes (entre las primeras, a los sesenta años casi seis de cada diez son activas, y entre las segundas esta proporción desciende a un poco más de cuatro de cada diez).

Permanecer activos:
¿por qué y cómo?

A pesar de que los niveles de actividad en las mujeres se ubican notoriamente por debajo de los de los hombres, el aumento que han experimentado en las últimas décadas las tasas de actividad de los adultos mayores se explica, en buena medida, por una tendencia a un mayor involucramiento de las mujeres en el mercado laboral (Damonte, 2000).

Por esta razón, dado que la mayor permanencia femenina en el mercado laboral está vinculada con mayores niveles educativos, es posible que la tendencia histórica responda a la existencia de mujeres más educadas que desean seguir vinculadas al mercado de trabajo para no estar inactivas.

Sin embargo, algunos estudios revelan que, en realidad, la permanencia en el mercado de trabajo parece estar más estrechamente vinculada con la obtención de ingresos (Damonte, 2000: 130).

En efecto, un estudio realizado en el año 2000 revela que prácticamente ocho de cada diez adultos mayores que trabajan lo hacen para cubrir o reforzar el presupuesto del hogar.

Es notoria la disminución de la proporción de los asalariados en la vejez y más evidente aún el aumento del porcentaje de trabajadores por cuenta propia, especialmente de aquellos que cuentan con local.

Este hallazgo, sin embargo, no debe olvidar que lo que en realidad ocurre no es un aumento o surgimiento marcado de trabajadores por cuenta propia después de los 65 años, sino que más bien tiene lugar una disminución menos marcada de los ocupados en estas categorías (en contraste con lo que ocurre entre los asalariados, especialmente los privados

En cualquier caso, el fenómeno puede ser el reflejo del desarrollo de estrategias y arreglos laborales asociados a la vejez, vinculados con iniciativas pequeñas y medianas, que pueden constituir una fuente de ingresos más certera y de más largo plazo que los empleos asalariados.

El hallazgo es consistente, además, con una menor necesidad de trasladarse para ir a trabajar en estos grupos etarios (Arim y Salas, 2006: 16) y con un aumento sostenido, a medida que avanza la edad, de cuentapropistas con local o inversión que realizan su trabajo en la propia vivienda.

Es importante señalar que el abandono del trabajo asalariado y el tránsito hacia el trabajo por cuenta propia parece darse más tempranamente entre los hombres que entre las mujeres, quienes en particular permanecen por más tiempo como asalariadas en el sector privado.

Adicionalmente, el trabajo por cuenta propia con local tiende a ser más frecuente en el interior que en Montevideo.

La proporción de ocupados que no aportan a la seguridad social casi se duplica entre los 61/65 años y los 71/75 años.

Adicionalmente, afecta en mayor medida a mujeres que a hombres.

La explicación del porqué de los niveles de informalidad tan altos en este grupo poblacional tiene varios componentes.

Por un lado, el recibir una jubilación o pensión impide continuar trabajando legalmente en el mismo rubro, por lo que de continuar trabajando el individuo debe hacerlo en una rama de la actividad  diferente a aquella en la que tenía la acumulación de experiencia laboral.
Esto incrementaría las posibilidades de inserción informal a la hora de decidir continuar trabajando. En segundo lugar, los umbrales de calificación con que cuentan estos individuos son menores a los de la población activa promedio, a raíz del propio proceso de incremento de las credenciales  educativas en el mercado.

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