Este cambio, de tendencia
progresiva hacia el envejecimiento, no hace más que plantear desafíos e
interrogantes a la provisión de cuidado entre generaciones.
Inevitablemente, además,
confronta a las políticas y los sistemas de apoyo al cuidado que, están, como
en muchos otros países, lejos de cubrir los vacíos que las nuevas realidades
familiares están imponiendo (UN-DESA, 2005).
A ésto se suma el hecho de que es
justamente a partir de esta generación que las mujeres comienzan a ingresar en
forma más contundente al mercado laboral, lo que limita que las hijas adultas,
tradicionalmente encargadas del cuidado de los adultos mayores (Batthyány,
2009), puedan hacerse cargo de esta tarea.
Las transformaciones planteadas
en las configuraciones familiares que se asocian al tránsito hacia y por la
vejez ofrecen una de las tantas puertas de entrada a una problemática cada vez
más relevante para pensar la protección social para los adultos mayores.
Asociado a lo anterior, es
importante recordar que las transformaciones familiares y configuraciones que
de ellas resultan tienen rutas y significados distintos para hombres y mujeres
adultos mayores.
Estas últimas se enfrentan con
mucho mayor frecuencia a la realidad de vivir solas y si bien, muchas veces ésto es
producto de una opción individual que refleja la búsqueda de mayor autonomía,
muchas otras es la cara visible de la soledad, la escasez de vínculos, la
dificultad de integración.
La evidencia presentada también
indica que la familia es, en efecto, una dimensión de ajuste y reajuste frente
a fenómenos como la viudez o el “vaciamiento” del hogar.
Los arreglos familiares y tipos
de hogar donde viven los adultos mayores dependen también, al menos en alguna
medida, de los niveles de ingreso.
En definitiva, parece claro que
el estudio de las transformaciones en el ámbito de la familia y de las
implicancias que ellas tienen para el bienestar de los adultos mayores requiere
de un análisis más profundo y sistemático.
nadie nos enseña a ser viejos, cuando se esta en los 40 años, aun con familia y amigos, hay que proyectar la vida para la vejez, con hogares colectivos, los amigos pueden vivir en ellos, independientes, pero unidos por el afecto que les brinda esa amistad de siempre... no es fácil llegar a viejos, solos, sin los vínculos que se van perdiendo o no supimos crear... a las demás personas no le importan los viejos, para los hijos un problema... y para los nietos mucha diferencia... los viejos también necesitamos ser abrasados...somos viejos... no nos convertimos en seres despreciables o no desagradables pese a las arrugas..
ResponderEliminarGracias por la participación y el aporte.
Eliminarcomparto eso de que nadie nos enseña a ser viejos y menos en una cultura que ha sostenido desde siempre la familia extendida cada vez menos posible.
Comparto también la necesidad de proyectar la vida para la vejez teniendo muy presente la necesidad de no ser una carga para nuestra familia y así conservar el afecto tan necesario.
Por último me parece excelente la idea de conformar grupos de amigos que proyecten juntos, soluciones colectivas e independientes.