lunes, 5 de octubre de 2015

La sexualidad en el adulto mayor 2ª entrega


El importante número de visitas que tuvo la página luego de la publicación anterior, confirma la importancia del tema y la necesidad de su tratamiento profesional.

Continuamos sintetizando la misma publicación.

Mitos sobre la sexualidad en la vejez

Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo corporal juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento, se vivan con una cierta angustia.

Contrario a la creencia popular, la población anciana continúa disfrutando de su sexualidad.

El estereotipo del anciano es un individuo de pensamiento y movimientos lentos, que requiere asistencia total y que nunca piensa en complacer o explorar su sexualidad.

Estos mitos no tienen ninguna base real, los más comunes son:

  •          la disfunción eréctil es normal por la edad,
  •          los ancianos no tienen deseo sexual,
  •          los adultos mayores no tienen la capacidad de hacer el amor,
  •          los viejos son muy frágiles y propensos a lastimarse si intentan el coito,
  •          los ancianos son poco atractivos e indeseables,
  •          los viejos que se involucran en actividades sexuales son perversos,
  •      es  de muy mal gusto que las personas mayores expresen en público manifestaciones de afecto y deseo; etc.


Desafortunadamente esos mitos son perpetuados y estimulados incluso por la ignorancia de profesionistas e intelectuales que muestran un punto de vista estrecho acerca de la ancianidad.

La persona mayor que mantenga una percepción positiva de su cuerpo y de su pareja, mantendrá relaciones sexuales satisfactorias.

Pfeiffer escribe al respecto: "El envejecimiento exitoso es aquel en que las personas han tomado la decisión de mantenerse en actividad física, social, emocional e intelectual. Tenemos todas las razones para creer que mantenerse activo sexualmente ayudará a mejorar la calidad de vida en los años futuros".

Cambios en la función sexual con la edad

Como se ha mencionado previamente, el comportamiento sexual en la vejez depende de muchos factores: salud en general, disponibilidad de un compañero (a) sano (a), personalidad, actitudes hacia y de los otros, nivel de educación, nivel social, creencias sexuales, actitud sexual previa, intereses y prácticas previas, grado de satisfacción con la vida, etc.

La sexualidad en el anciano debe considerarse en una forma amplia e integral, incluyendo en ella tanto componentes físicos como emocionales.

Por ello, se  acepta como normal en el anciano ciertas modificaciones en el patrón sexual considerado como estándar si se relaciona con el adulto joven; estas serían: disminución del número de coitos y el aumento proporcional de otras actividades sexuales como las aproximaciones físicas, caricias, ratos de intimidad emocional, de complicidad, relaciones de compañía o masturbaciones.

Conclusiones

Es necesaria una educación sexual por parte de la población en general, lo cual redundará en beneficio de las personas de la tercera edad al desmitificar los prejuicios y las actitudes injustas, evitando la patente discriminación de que es objeto y mejorando con ello su calidad de vida. Disponer de más información no va a ser suficiente.

Debemos tratar en lo posible, al menos de disminuir el sentimiento de culpa asociado a las prácticas sexuales, por parte de algunos ancianos y ancianas.

Ahora bien, estamos hablando de un grupo de hombres y mujeres nacidos en las dos o tres primeras décadas de este siglo, se comprenderá que una actitud ante la sexualidad aprendida en un contexto cultural de prohibición, va a generar ideas negativas hacia las prácticas sexuales que se den con una perspectiva de comunicación-diversión.

Probablemente este factor sea uno de los que más contribuya a mantener una situación de negación de las necesidades afectivo-sexuales.

Es preciso un cambio en el modelo dominante de conducta sexual: El coito no debe ser el elemento central a partir del cual gira toda la relación sexual.

Probablemente la comunicación sensual, la ternura y el afecto, las caricias y los juegos sin prisas, presiones o agobios, sean la clave en la que se articule una nueva manera de acercarse al sexo en la vejez.


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