El importante número de visitas que tuvo la página luego de la
publicación anterior, confirma la importancia del tema y la necesidad de su
tratamiento profesional.
Continuamos sintetizando la misma publicación.
Mitos sobre la sexualidad en la
vejez
Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo
corporal juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento,
se vivan con una cierta angustia.
Contrario a la creencia popular, la población anciana continúa
disfrutando de su sexualidad.
El estereotipo del anciano es un individuo de pensamiento y
movimientos lentos, que requiere asistencia total y que nunca piensa en
complacer o explorar su sexualidad.
Estos mitos no tienen ninguna base real, los más comunes son:
- la disfunción eréctil es normal por la edad,
- los ancianos no tienen deseo sexual,
- los adultos mayores no tienen la capacidad de hacer el amor,
- los viejos son muy frágiles y propensos a lastimarse si intentan el coito,
- los ancianos son poco atractivos e indeseables,
- los viejos que se involucran en actividades sexuales son perversos,
- es de muy mal gusto que las personas mayores expresen en público manifestaciones de afecto y deseo; etc.
Desafortunadamente esos mitos son perpetuados y estimulados incluso
por la ignorancia de profesionistas e intelectuales que muestran un punto de
vista estrecho acerca de la ancianidad.
La persona mayor que mantenga una percepción positiva de su cuerpo y
de su pareja, mantendrá relaciones sexuales satisfactorias.
Pfeiffer escribe al respecto: "El envejecimiento exitoso es aquel
en que las personas han tomado la decisión de mantenerse en actividad física,
social, emocional e intelectual. Tenemos todas las razones para creer que
mantenerse activo sexualmente ayudará a mejorar la calidad de vida en los años
futuros".
Cambios en la función sexual
con la edad
Como se ha mencionado previamente, el comportamiento sexual en la
vejez depende de muchos factores: salud en general, disponibilidad de un compañero
(a) sano (a), personalidad, actitudes hacia y de los otros, nivel de educación,
nivel social, creencias sexuales, actitud sexual previa, intereses y prácticas
previas, grado de satisfacción con la vida, etc.
La sexualidad en el anciano debe considerarse en una forma amplia e
integral, incluyendo en ella tanto componentes físicos como emocionales.
Por ello, se acepta como normal
en el anciano ciertas modificaciones en el patrón sexual considerado como
estándar si se relaciona con el adulto joven; estas serían: disminución del
número de coitos y el aumento proporcional de otras actividades sexuales como
las aproximaciones físicas, caricias, ratos de intimidad emocional, de
complicidad, relaciones de compañía o masturbaciones.
Conclusiones
Es necesaria una educación sexual por parte de la población en
general, lo cual redundará en beneficio de las personas de la tercera edad al desmitificar
los prejuicios y las actitudes injustas, evitando la patente discriminación de
que es objeto y mejorando con ello su calidad de vida. Disponer de más información no va a ser suficiente.
Debemos tratar en lo posible, al menos de disminuir el sentimiento de
culpa asociado a las prácticas sexuales, por parte de algunos ancianos y
ancianas.
Ahora bien, estamos hablando de un grupo de hombres y mujeres nacidos
en las dos o tres primeras décadas de este siglo, se comprenderá que una
actitud ante la sexualidad aprendida en un contexto cultural de prohibición, va
a generar ideas negativas hacia las prácticas sexuales que se den con una
perspectiva de comunicación-diversión.
Probablemente este factor sea uno de los que más contribuya a mantener
una situación de negación de las necesidades afectivo-sexuales.
Es preciso un cambio en el modelo dominante de conducta sexual: El
coito no debe ser el elemento central a partir del cual gira toda la relación
sexual.
Probablemente la comunicación sensual, la ternura y el afecto, las
caricias y los juegos sin prisas, presiones o agobios, sean la clave en la que
se articule una nueva manera de acercarse al sexo en la vejez.
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